COMPLEMENTO es un e-zine que se actualiza el primer viernes de cada mes. Está hecho sin recursos económicos ni subsidios y cuenta enteramente con la buena predisposición de lxs colaboradores que optan aportar sus textos o imágenes al proyecto. NO HAY FINES DE LUCRO. Se agradece difusión por un pensamiento divergente. La Complemento desprecia al lector pasivo, busca un lector que piense y difiera de lo que lee, que discuta, un lector crítico. Al ser una entrega mensual se tomará como criterio un eje temático para cada número, pero NO un enfoque homogéneo. Bienvenida sea la genuina diversidad.

viernes, 5 de octubre de 2012

NOTA DE TAPA

THE ÉL WORD
> Por Alan Otto Prieto

“Es muy difícil para mí verte como un chico. Está todo bien, pero como te conocí antes me cuesta.”
“Tenés que hacer tu propio grupo, nosotras ya no nos sentimos tan cómodas con vos en el grupo, no es lo mismo si hay un chico trans.”

Soy simplemente una persona trans, ni hombre ni mujer, en todo caso una mezcla de eso que conocemos, porque en realidad si me fijo en las definiciones de qué es ser mujer y qué es ser hombre en la cultura que vivo, no me interesa cuadrar en ninguna de las dos.
Antes que nada me gustaría expresar que no siento necesario el tratamiento hormonal para considerarme más trans, como tampoco sometería mi cuerpo a operaciones que lo adapten a eso que la sociedad está acostumbrada a ver, aunque sí tomo un instrumento que modifica un poco la apariencia para tratar de estar mas cómodx, que a diario me genera contradicciones profundas y que las discuto conmigo mismx. 
Me levanto y a la hora de salir a trabajar me pongo una faja para que mis tetas no sean tan fácilmente reconocidas. La verdad es que mi cuerpo no pasa desapercibido por una simple faja en mi torax, pero la utilizo como un mecanismo de alivio para que no me juzguen tanto las miradas de mis propios compañerxs, porque con las personas trans está todo más que bien, pero al llamarme Alan y ver mis tetas a muchos se les complica el lenguaje. Tal vez suene hasta un poco duro lo que escribo, pero sé que la faja no es aquello que yo quiero ser. Si pudiera elegir entre ser Alan fajado y ser Alan sin fajarme, elegiría claramente la segunda opción, pero no resisto con mi cuerpo todos los días las miradas acusadoras del deber ser tan impuesto, incluso por el propio colectivo LGBT. Más allá de mis compañerxs de trabajo está la mirada social que no titubea en hacerme ver y sentir a diario que el extraño es uno, y que me resulta muchas veces insoportable de aguantar.
Cuando hablo sobre lo que soy y esta definición de transición que vivo a diario, me pregunto si habrá posibilidad en mi futuro de llamarme Alan, tener tetas, que me gusten las personas, tener un hijx biológico e ir a la playa con bermuda y el torso desnudo. Cuando pienso eso y caigo en mi realidad, concluyo que mi masculinidad es todavía una utopía en la sociedad que vivo.
Para mí la propia masculinidad es justamente refutar aquello impuesto como masculino y partir de nuevas formas de ser, vivir y sentir. ¿Qué hay de propio en no tener tetas, ser un papá con una chica heterosexual y femenina, ponerme un arnés y sentir que penetro a alguien con algo muy parecido a un pene? Creo que mi masculinidad me pasa por sentir que todas las cosas que deberían gustarme por ser trans masculino no me suceden: me encanta sentir placer con mi cuerpo y no estoy dispuestx a intervenirlo para que otrx se sienta mas cómodx, no estoy dispuestx a aplicarme inyecciones de testosterona para tener barba, no estoy dispuestx a coger con un rol “masculino”, no estoy dispuestx a que alguien proyecte en mí un cuerpo que no tengo y que no me interesa construir a base de convenciones sociales, no estoy dispuestx a pensar que no tengo ya más cosas en común con una torta, no estoy dispuestx a ser una persona masculina como la mayoría dispone aceptar.
Creo que somos muchxs lxs que no sentimos nuestra masculinidad desde aquellos dispositivos, y el punto es encontrar el equilibrio – tan difícil de ver a diario– entre lo que somos y lo que nos imponen.


Hace bastante tiempo, cuando fui a un encuentro de familias diversas en Chile, me pasó que la mayoría de la gente que participaba creía que yo era un hombre trans, cuando yo aún no había adoptado el nombre Alan. Me quedé pensando si no lo era y si lo que me pasaba era una discriminación internalizada de no aceptarme. Cuando volví lo hablé con la chica que en ese momento era mi novia (una torta) y le conté, lloré un poco porque el tema no estaba muy claro para mí y tenía miedo de estar mintiéndome, y le pregunté: “¿si yo fuera un chico trans vos seguirías conmigo?” La respuesta fue que no, que a ella le gustaban las mujeres y que no podría mantener una relación conmigo.
Lo cuento porque creo que el lugar que le damos muchas veces a la identidad de una persona es más importante que el amor que podemos sentir por alguien, por las cosas que compartimos a diario, el sexo y hasta inclusive un proyecto en común.